Perséfone: regresa

La primavera llegará. Eso seguro.
Este invierno ha sido benévolo conmigo, me ha permitido traer cosas, guardar cosas, pertrecharme para no padecer el frío.
Pero digo mal: digo ha sido, y la verdad es que debería de hablar en una acción simultánea, el invierno está siendo benévolo conmigo.
Acaso los hados están de buen humor.

Este año por primera vez tengo el empuje o las ganas de emprender o de planear. Mis ciclos vitales se alargan y entre mi cumpleaños y el año nuevo hay apenas un par de meses de reacomodo y una suerte de preparación para eso que se adivina como «lo que viene». El tiempo cambia su ritmo para mí porque he acumulado más tiempo yo misma. Es decir, he… no sé bien qué «he». No envejecido, porque no estoy vieja. Tampoco madurado, porque no soy una fruta. Acaso me he asentado un poco. No me he detenido, no pienso hacerlo; memento mori: no existe detenimiento posible hasta la tumba (no de la vida como la conozco, al menos). Tampoco me he conformado y ni siquiera he disminuido mi ritmo de vivir. Sencillamente me hallo en un mejor ritmo, más cómodo.

Será que sí me estoy haciendo vieja, poco a poco, y que eso le pasa a cualquiera. Pero a mí, con todo, me asombra. Gracias a ese pequeño asombro sé que vivo.

El título de esta entrada viene de un pasaje que hoy relaté de nuevo. Un pasaje que me conmueve de manera inmensa y profunda. Pertenece a un libro de David Almond: Mina; una novela que relata el paso de una niña del invierno al renacimiento. Hay una escena (aquí voy de nuevo) en que la protagonista se pone a patear sobre el suelo del parque y llama a Perséfone: Perséfone, ya regresa.
Es un llamado a la vida, una súplica al regreso del sol. Es una forma única de guardar un árbol bajo techo para recordar la vida. Es una mano que se tiende para ayudar a Perséfone a salir del Hades y danzar una vez más con todo lo que hay en la superficie de la tierra.

Perséfone volverá. Lo sé. Segundo memento mori: llegaría aunque yo misma no estuviera aquí para verlo. Ahora no tengo prisa por pedirle que vuelva porque el invierno ha sido benévolo conmigo y lo agradezco. Tampoco puedo ni quiero alterar el ciclo de descanso o de recogimiento que suponen las noches más largas. No añoro a Perséfone, no la llamo para no importunarla, pero saber que volverá me tranquiliza.

Me dispongo, mientras ese momento llega, a seguir disfrutando de este paso por el frío, bien abrigada como estoy. Y mientras siento cómo ese frío se queda fuera y yo estoy aquí adentro, tibia, agradezco la benevolencia de este particular momento y continúo por mí misma hacia eso que vendrá.

Deja un comentario

Archivado bajo Apunte, Escrito

Deja un comentario